viernes, 10 de octubre de 2008

SUDOR CALIENTE, SUDOR FRÍO


Por Pamela De Vicenzi Torres


Mi cama se siente más dura que antes. El techo gira a una velocidad que va aumentando con el tiempo. Los libros del preu están repartidos entre la cama, el suelo y mi escritorio, lleno de papeles. Ya no encuentro formas de no pensar, de evadir el obstáculo que se presentaba a ratos como una puntada en la espalda, en esa región de mi cuerpo donde mi andante pasaba la lengua sin restricciones. Desde ese instante, cuando la calentura ya no podía ser disimulada y pasamos a la acción, me sentí en la cúspide de una montaña rusa. Pero ahora que trato de regresar al momento del orgasmo, siento el asco, me dan arcadas y un vómito invisible acude a mi boca.

La ingenuidad no es propia en mí; ya me había acostado con varios y siempre era yo la que salía ganando. Me gustaba sentir ese sudor caliente de mi víctima cuando no se resistía a mis movimientos de cadera y a mis escotes pronunciados. Aunque había una regla de oro: no dejarse perder. Si se ponían sentimentales y mamones prefería mentir y escapar. La estabilidad era mi enemiga, porque no quería corazones rotos que invadiesen mi cabeza. Fue cuando apareció el andante que creí perfecto, era exquisito y bello, con una voz encantadora que me paralizó desde el primer momento. Cuando captó mis verdaderas intenciones, él se encargó de cumplir mis deseos.

Pero él me ganó el quién vive. Y caí.

Nunca más me volvió a llamar, ni siquiera se conectó al chat. A lo mejor me borró de su existencia; para él, fui otra más. Después de un tiempo, me enteré de que había engañado a muchas más. Las coincidencias de la web me llevaron a una cabra chica que iba en el mismo preu que yo y decidimos juntarnos allí. Conversamos y casi lloramos juntas, pero ella lo hacía con más fuerza que yo, más con pena que orgullo. Entonces me dijo:
- ¡Y más encima me engaña y me pega un bicho! He gastado lucas y lucas en médico y remedios. Me arde al hacer pipí…

Sentí temor. En lugar del sudor caliente al que estaba acostumbrada, sentí un miedo de hielo en el cuello. ¿Y si me había pegado alguna enfermedad, de esos hongos de los que hablaba la profe de Biología? ¿Y el sida? No sabía de médicos, no voy al ginecólogo, sólo he visto a mis víctimas colocar y sacar sus condones. Mi mamá no sabía nada de mis aventuras. No quería contarle sobre esto. Destrozar mi imagen de niña buena sería un auto-suicidio; mi familia me cree niña buena, de costumbres intachables. Nadie conoce mis deseos sexuales ni mis fantasías de sudores calientes.

Decidí levantarme de la cama y salir de esta pesadilla. Me refugié en el baño. Todavía no me ardía nada, menos mal. Mi vista se fijó en el diario que estaba arriba de la lavadora. Lo tomé y empecé a hojearlo. Una actriz, cuyo nombre me sonaba, hablaba sobre una nueva red que se creó para el cuidado de la sexualidad. Por un momento regresó la tranquilidad. Si encuentro ayuda, la tomaré. Alguna vez tendré que tomar acciones por mí. No quería enfermarme ni cometer más errores de ignorante. Después de todo, amo vivir. Entonces me paré y me miré al espejo. Ya no era la misma. El sudor frío desaparecía y mi cuerpo se había transformado en otro.

LEAD:

Actriz lanzó sitio en internet sobre sexualidad, dedicado a jóvenes universitarios
ADELA: “HE ESTADO ATERRADA ESPERANDO LOS RESULTADOS DE UN TEST DE VIH”
(Segundo párrafo)
La actriz de TVN (Adela Secall) lanzó en ese lugar (casa central de la Universidad de Chile) el sitio en internet de la Red Interuniversitaria de Autocuidado de la Sexualidad, para que los jóvenes conozcan más sobre los condones, las enfermedades de transmisión sexual, los lubricantes, el sida y la píldora del día después.

2 Comments:

Anónimo said...

Me encantó tu cuento, Pame. Nunca te había leído y me gustó mucho la manera en que vas hilando la historia, y como detallas las emociones de, en este caso, la muchacha.
Y el título, espectacular!

Saludos.

Anónimo said...

Me gustó muchísimo la jugada del relato en primera persona. Además, las reflexiones simples y la referencia a la cotidianeidad, extrajeron al relato del peligro de la exageración.