viernes, 10 de octubre de 2008

CONTRA EL TIEMPO

Por Ricardo Ramírez Vallejos

Era tarde ya. La maldita tendencia a demorarse más de la cuenta en arreglarse les había pasado la cuenta otra vez. Necesitaban estar en media hora sentadas en la reunión con su posible nuevo jefe, pero ellas seguían preocupadas de su pelo, de su ropa, de su maquillaje.


Ana y Esther sentían que su carrera, otrora exitosa y brillante, estaba en franca decadencia. Los discos de la primera ya no se vendían como antes y a la otra ya no la llamaban para participar en obras de teatro, ni teleseries, ni nada en lo que pudiese desempeñarse. Ellas creían que los más de cuarenta años que confesaban les pesaban ya. Sentían que no estaban tan lindas como antes, les molestaba la arrugita por aquí, el rollito por allá.

Frente a esta sensación, el ofrecimiento de un importante productor televisivo español había caído del cielo. Les prometían un programa conducido por ambas. Era la mejor manera de relanzar sus malogradas carreras artísticas.

Emocionadísimas, pensaban en esta nueva oportunidad. Sin embargo, no estaban interesadas en dejar las cremas a un lado y partir. Sus acompañantes las esperaban, impacientes. Conocían el rigor del productor. Él les había dicho una hora y a esa hora tenía que ser. Ni un minuto después.

La llamada de la secretaria del señor llegó a inquietar aún más la situación. Les recordaba la hora de la junta. Era pronto, muy pronto. Mientras, el reloj implacable no daba descanso a sus agujas.

En este ambiente se dio la frenética carrera para alcanzar la oficina del posible nuevo jefe. Ana y Esther tuvieron que dejar sus maquillajes de lado y correr junto a su séquito al ascensor. Apretaron el botón para descender. Estaban en el piso 12. El elevador estaba en el 18, iba bajando lentamente. Paraba piso a piso. Por fin llegó, se abrieron las puertas y bajaron impacientes. El ascensor seguía con su tour. ¡Qué toda la gente quería salir a esa misma hora!

Llegaron al auto. Los cinco se metieron a él. Iniciaron la marcha con la mayor rapidez posible. El reloj seguía con su tic tac. Todos miraban la hora y conversaban poco. No había mucho de qué hablar en esa incómoda situación.

El novio de Ana intentaba conducir con la mayor precaución, pero sus acompañantes lo apuraban. Quedaban 15 minutos para la hora límite y muchos kilómetros por delante. La velocidad era la única solución para el problema.

Comenzó, entonces, a acelerar cada vez más. Faltaban 13, todos lo apresuraban y le daban indicaciones: “Toma este camino”, “no, mejor anda por aquí”, “¡acelera que no llegamos!”. Sentían que los autos se ponían en su camino. Les estorbaba todo lo que pudiese estar entre ellos y esa bendita oficina.

Así continuaron: cada vez más rápido. No sentían miedo. Querían llegar allí de cualquier manera y estaban dispuestos a hacer lo que fuera necesario. Quedaban 10 minutos y sentían que estaban tan lejos como hace 15. El tic tac continuaba. Ellas ya veían rotas sus ilusiones.

Los autos pasaban lento y el conductor decidió ponerse delante de todos ellos. Pasó a dos cuando restaban 8 minutos, pero todavía quedaban otros en su camino. Vio la posibilidad de saltar a los tres que estaban frente a él a los 7. Ahí fue cuando el reloj se detuvo. Se escuchó un ruido estruendoso. Fue el sonido de la destrucción de la carcasa del auto y de las pretensiones de Ana y Esther.

No pudieron llegar a la oficina de reuniones, llegaron, en cambio, a una fría sala de hospital. Ahí, al fin, ya no importaba su belleza ni su tan deseado éxito.

LEAD:
Ana Torroja, ex cantante del grupo español Mecano, y la actriz Esther Arroyo han resultado heridas graves en un accidente de tráfico ocurrido hoy en la provincia andaluza de Cádiz, en el sur de España.

4 Comments:

Anónimo said...

Nacho, me sorprendiste gratamente con tu relato, muy rico en detalles. Te felicito.

Pablo! said...

"..Ahí fue cuando el reloj se detuvo. Se escuchó un ruido estruendoso. Fue el sonido de la destrucción de la carcasa del auto y de las pretensiones de Ana y Esther".

Nacho, simplemente, erís seco!

Carlos Andueza said...

Wow!
Impresionante, Nacho. Alcanzas un ritmo de narración que se ajusta a la aceleración que relatas. ¡Emocionante!
Te felicito yo también.

Anónimo said...

Me gustó mucho y concuerdo con los comentarios anteriores: la narración tiene un ritmo sumamente llamativo, que mantiene la tensión hasta el final.

Jennifer