Por Sofía Brinck
Inseguridad. Eso era lo que corroía por dentro a Patricia, lo que le nublaba la vista y le hacía aparecer un nudo en el pecho. Sabía que no tenía motivos para dudar, para desconfiar de él, pero cada vez que no lo tenía frente a sus ojos empezaba a imaginar situaciones, miradas, sonrisas que no eran para ella.
No lo soportaba. Daniel era suyo, su pololo, su amigo, su amante, su confidente. Él le decía que la amaba, que era todo para él, pero Patricia no le creía. Su pololo tenía la fama de “rompecorazones” y como tal había salido con todas las mujeres del barrio, e incluso pololeado con las más bonitas. Ella no tenía nada muy especial, era una niña corriente. ¿Cómo podía competir con sus pololas anteriores, tan perfectas? Ella, que no resaltaba en belleza o inteligencia y que lo que mejor le salía era cocinar.
Era muy buena cocinera, con ingenio y talento para todo tipo de comidas. ¿Pero como comparar saber cocinar con tener una belleza impresionante o un cerebro privilegiado? No lo sabía. Pero Daniel estaba con ella. A veces no podía creer la suerte que tenía y el recuerdo más feliz de sus 18 años era el día en que Daniel le propuso románticamente pololeo.
Llevaban varios meses y Daniel había demostrado que quería estar con ella y con nadie más, pero Patricia no estaba bien. Los celos y la inseguridad la embargaban cada vez que Daniel se separaba de ella, aunque fuera por un par de horas. Veía señales de infidelidad en todas partes, y como las demás niñas del barrio le hacían ojitos y se le insinuaban. Las odiaba a todas, pero a la China la detestaba.
Ella había sido la anterior y era perfecta. Cuerpo bien desarrollado, pelo largo y liso, boca y ojos enormes que parecían comerse a Daniel, SU Daniel, con la mirada. Cada vez que miraba a su pololo le daban ganas de estrangularla y hacer que sus ojos no lo observaran más.
Daniel no sabía nada de sus sentimientos, Patricia se los escondía porque sabía que se enojaría con ella. Ella no desconfiaba mayormente de él, sino del resto. Todos le aseguraban que estaba desvariando, que si seguía así lo iba a perder, pero ella no escuchaba razones.
El miércoles era el día en que Daniel llegaba temprano, ella le hacía algo rico para comer y después salían, a veces a bailar, otras al cine. Pero ese miércoles se estaba demorando y él nunca se atrasaba. Preocupada, Patricia lo llamó a su celular, pero cuando le contestó una grabación se acordó que le había dicho que no tenía batería y se le había perdido el cargador. Se paseó pensativa, ¿Qué habría pasado? Decidió salir a la calle a ver si venía y cuando se asomó en el umbral de la puerta lo comprendió todo.
Ahí estaba su Daniel abrazando a la China, en medio de la calle y a vista y paciencia del mundo. No lo podía creer, ella había confiado en él y ahí estaba, abrazando a otra en vez de a ella. De pronto vio la cara de Daniel y supo que no, que no la engañaría, pero que la China era capaz de hacer cualquier cosa con tal que él volviera con ella.
Se separaron, él le dio un beso en la mejilla y siguió caminando en dirección a su casa. Patricia se retiró de la puerta sin que él la viera, pero alcanzó a vislumbrar el brillo en los ojos de esa maldita. Esto no se quedaría así…no señor.
Daniel llegó contando que algo, supuestamente terrible, le había pasado a la China y que por eso se había demorado un poco, pero Patricia supo que no era más que una simple artimaña para acercarse a él. Su cerebro empezó a trabajar y se juró que no iba a dejar que nunca nadie se acercara de nuevo a su Daniel, en especial esa China asquerosa.
LEAD:
Inseguridad. Eso era lo que corroía por dentro a Patricia, lo que le nublaba la vista y le hacía aparecer un nudo en el pecho. Sabía que no tenía motivos para dudar, para desconfiar de él, pero cada vez que no lo tenía frente a sus ojos empezaba a imaginar situaciones, miradas, sonrisas que no eran para ella.
No lo soportaba. Daniel era suyo, su pololo, su amigo, su amante, su confidente. Él le decía que la amaba, que era todo para él, pero Patricia no le creía. Su pololo tenía la fama de “rompecorazones” y como tal había salido con todas las mujeres del barrio, e incluso pololeado con las más bonitas. Ella no tenía nada muy especial, era una niña corriente. ¿Cómo podía competir con sus pololas anteriores, tan perfectas? Ella, que no resaltaba en belleza o inteligencia y que lo que mejor le salía era cocinar.
Era muy buena cocinera, con ingenio y talento para todo tipo de comidas. ¿Pero como comparar saber cocinar con tener una belleza impresionante o un cerebro privilegiado? No lo sabía. Pero Daniel estaba con ella. A veces no podía creer la suerte que tenía y el recuerdo más feliz de sus 18 años era el día en que Daniel le propuso románticamente pololeo.
Llevaban varios meses y Daniel había demostrado que quería estar con ella y con nadie más, pero Patricia no estaba bien. Los celos y la inseguridad la embargaban cada vez que Daniel se separaba de ella, aunque fuera por un par de horas. Veía señales de infidelidad en todas partes, y como las demás niñas del barrio le hacían ojitos y se le insinuaban. Las odiaba a todas, pero a la China la detestaba.
Ella había sido la anterior y era perfecta. Cuerpo bien desarrollado, pelo largo y liso, boca y ojos enormes que parecían comerse a Daniel, SU Daniel, con la mirada. Cada vez que miraba a su pololo le daban ganas de estrangularla y hacer que sus ojos no lo observaran más.
Daniel no sabía nada de sus sentimientos, Patricia se los escondía porque sabía que se enojaría con ella. Ella no desconfiaba mayormente de él, sino del resto. Todos le aseguraban que estaba desvariando, que si seguía así lo iba a perder, pero ella no escuchaba razones.
El miércoles era el día en que Daniel llegaba temprano, ella le hacía algo rico para comer y después salían, a veces a bailar, otras al cine. Pero ese miércoles se estaba demorando y él nunca se atrasaba. Preocupada, Patricia lo llamó a su celular, pero cuando le contestó una grabación se acordó que le había dicho que no tenía batería y se le había perdido el cargador. Se paseó pensativa, ¿Qué habría pasado? Decidió salir a la calle a ver si venía y cuando se asomó en el umbral de la puerta lo comprendió todo.
Ahí estaba su Daniel abrazando a la China, en medio de la calle y a vista y paciencia del mundo. No lo podía creer, ella había confiado en él y ahí estaba, abrazando a otra en vez de a ella. De pronto vio la cara de Daniel y supo que no, que no la engañaría, pero que la China era capaz de hacer cualquier cosa con tal que él volviera con ella.
Se separaron, él le dio un beso en la mejilla y siguió caminando en dirección a su casa. Patricia se retiró de la puerta sin que él la viera, pero alcanzó a vislumbrar el brillo en los ojos de esa maldita. Esto no se quedaría así…no señor.
Daniel llegó contando que algo, supuestamente terrible, le había pasado a la China y que por eso se había demorado un poco, pero Patricia supo que no era más que una simple artimaña para acercarse a él. Su cerebro empezó a trabajar y se juró que no iba a dejar que nunca nadie se acercara de nuevo a su Daniel, en especial esa China asquerosa.
LEAD:
Extraño crimen pasional
La mató por culpa de un pololo rompecorazones
Después de una discusión, Patricia Villablanca apuñaló dos veces en el tórax a Francisca R.M., de 16 años. El hecho habría sido producido por causa de Daniel, un joven que un momento pololeó con Francisca pero que a poco andar la cambió por Patricia.
La mató por culpa de un pololo rompecorazones
Después de una discusión, Patricia Villablanca apuñaló dos veces en el tórax a Francisca R.M., de 16 años. El hecho habría sido producido por causa de Daniel, un joven que un momento pololeó con Francisca pero que a poco andar la cambió por Patricia.
3 Comments:
Me gustó la forma en que tu cuento decanta perfecto en el lead que le sigue.
Una historia digna de Pasiones, Sofi.
XD
Sofi me encantóooo tu cuento.
Logras transmitir algo que todas en algún momento hemos sentido, já!
Y está pintado pa Pasiones, como dice Andueza... xD
Barbarita Rebolledo se volvería loca de emoción...
Post a Comment