Por Nicolás Barrera R.
Aún no amanecía sobre Riberalta. Jorge dormía plácido sobre su gran cama, inmerso en aquel mundo al que no accedía hace mucho tiempo. Los sueños han escapado de su rutina nocturna, como si ya no tuviese pasaporte al mundo de Morfeo. Quizás, esa capacidad la perdió debido a la investigación que llevaba a cabo. No tuvo ningún indicio que le hiciera presentir que esa sería su última noche.
El día anterior llegó al canal con el impulso de respaldar el material que había recopilado. Como un rompecabezas, juntó pieza por pieza hasta corroborar su tesis. La marcha hacia el Departamento de Pando no fue por el sentimiento popular, sino que por el poder del dinero. “El Gobierno Nacional nos pagó para que marcháramos ese día”, se escuchaba en una de las tantas entrevistas que hizo. Jorge, consiente que los tiempos estaban difíciles para la prensa, guardó una copia de su trabajo.
Nunca buscó la fama, sino que la verdad. Su olfato periodístico le decía que algo andaba mal en la versión oficial emanada del gobierno. Dudó, es cierto. Hasta que, hace dos semanas, recibió una llamada anónima, la que lo alentó a seguir en su empresa.
Jorge no estaba solo. El canal 18 decidió apoyarlo en la encrucijada por la libertad de información y el combate a la corrupción, a sabiendas de los riesgos que corrían, en una época difícil para la prensa boliviana. Una semana atrás, en la sala de maquillaje revisaba sus documentos, mientras el sudor de la frente delataba su nerviosismo. En "Televisión del Norte", su programa, daría el primer golpe al gobierno.
La grabación era decisiva. En ella, el ministro boliviano Juan Ramón Quintana, en un discurso el 7 de agosto, convocó a “enterrar políticamente” al prefecto de Pando, Leopoldo Fernández. El rating subió por las nubes. Toda la clase política de Bolivia se conmocionó. La venganza es un plato que se come frío y este profesor, con vocación de periodista, pagaría caro su osadía, el enfrentar cara a cara al poder. En los pasillos del Palacio Quemado, la decisión estaba tomada.
Llegó temprano a su casa, algo inusual para los trabajadores de la prensa de Bolivia. La cena tenía un sabor diferente, ni mejor ni peor, sino distinta. Por lo menos así lo creía Jorge.
La luna brillaba tímidamente en el cielo. Al interior de la casa, la tranquilidad dominaba cada rincón. El reloj del velador de Jorge marcó las 4 am. Un sonido estrepitoso se escuchó en todo el lugar. Un maldito sonido. Los encapuchados entraron al domicilio y los familiares del investigador fueron maniatados. Ellos se identificaron como las fuerzas del orden nacional.
Jorge tuvo un brusco despertar. No entendía la procedencia de los gritos, hasta que los hombres ingresaron a su pieza. Lo arrancaron de las sábanas, fue atado y llevado a un lugar desconocido, en un viaje para no volver.
LEAD:
Aún no amanecía sobre Riberalta. Jorge dormía plácido sobre su gran cama, inmerso en aquel mundo al que no accedía hace mucho tiempo. Los sueños han escapado de su rutina nocturna, como si ya no tuviese pasaporte al mundo de Morfeo. Quizás, esa capacidad la perdió debido a la investigación que llevaba a cabo. No tuvo ningún indicio que le hiciera presentir que esa sería su última noche.
El día anterior llegó al canal con el impulso de respaldar el material que había recopilado. Como un rompecabezas, juntó pieza por pieza hasta corroborar su tesis. La marcha hacia el Departamento de Pando no fue por el sentimiento popular, sino que por el poder del dinero. “El Gobierno Nacional nos pagó para que marcháramos ese día”, se escuchaba en una de las tantas entrevistas que hizo. Jorge, consiente que los tiempos estaban difíciles para la prensa, guardó una copia de su trabajo.
Nunca buscó la fama, sino que la verdad. Su olfato periodístico le decía que algo andaba mal en la versión oficial emanada del gobierno. Dudó, es cierto. Hasta que, hace dos semanas, recibió una llamada anónima, la que lo alentó a seguir en su empresa.
Jorge no estaba solo. El canal 18 decidió apoyarlo en la encrucijada por la libertad de información y el combate a la corrupción, a sabiendas de los riesgos que corrían, en una época difícil para la prensa boliviana. Una semana atrás, en la sala de maquillaje revisaba sus documentos, mientras el sudor de la frente delataba su nerviosismo. En "Televisión del Norte", su programa, daría el primer golpe al gobierno.
La grabación era decisiva. En ella, el ministro boliviano Juan Ramón Quintana, en un discurso el 7 de agosto, convocó a “enterrar políticamente” al prefecto de Pando, Leopoldo Fernández. El rating subió por las nubes. Toda la clase política de Bolivia se conmocionó. La venganza es un plato que se come frío y este profesor, con vocación de periodista, pagaría caro su osadía, el enfrentar cara a cara al poder. En los pasillos del Palacio Quemado, la decisión estaba tomada.
Llegó temprano a su casa, algo inusual para los trabajadores de la prensa de Bolivia. La cena tenía un sabor diferente, ni mejor ni peor, sino distinta. Por lo menos así lo creía Jorge.
La luna brillaba tímidamente en el cielo. Al interior de la casa, la tranquilidad dominaba cada rincón. El reloj del velador de Jorge marcó las 4 am. Un sonido estrepitoso se escuchó en todo el lugar. Un maldito sonido. Los encapuchados entraron al domicilio y los familiares del investigador fueron maniatados. Ellos se identificaron como las fuerzas del orden nacional.
Jorge tuvo un brusco despertar. No entendía la procedencia de los gritos, hasta que los hombres ingresaron a su pieza. Lo arrancaron de las sábanas, fue atado y llevado a un lugar desconocido, en un viaje para no volver.
LEAD:
Encapuchados secuestran a productor de televisión boliviano
Jorge Melgar, que conduce una revista informativa en Canal 18, "Televisión del Norte", fue secuestrado de su propio domicilio en Riberalta, 1.000 kilómetros al noreste de La Paz, en el departamento Beni.
Con uniforme militar secuestraron esta madrugada en el oriente de Bolivia a un productor de televisión que difundió imágenes del ministro de la presidencia convocando a "enterrar políticamente" al prefecto de Pando.
1 Comment:
Un recuerdo de los peores tiempos de nuestro país, pero que son el pan de cada día en Bolivia.
Me gustó el relato, tanto por el tema seleccionado como por el cariz periodístico que le imprimes.
Post a Comment