Por Juan Pablo Cáceres C.
La vida es dura, ni que se lo digan a Meriem y Divina; y mientras un par de manos revuelven un austero plato de arroz intentando callar a ese estomago travieso, un amarillento pico hurguetea la tierra y devora una raíz.
Meriem ya no cree en el amor, y luego de dos secuestros y una sangrienta orfandad, tampoco en la vida. Divina lo suyo: cuatro veces han intentado robarla y meterla a una olla hirviente; benditos los gritos agudos de su compañera. Y ni le pregunten qué es la vida. Si hasta pareciera que Angola no es un buen lugar para nacer.
A cualquiera le llamaría la atención la postal: una niña flacuchenta y un pato polvoriento, una carpa morada con varios rasguños y el sol pegando fuerte en el cielo. Meriem es la niña, no lo había dicho, Divina el pato.
De vez en cuando llegan niños de ojos claros y mirada esperanzadora. Con ropas blancas, gustan de conversar airadamente sobre el sufrimiento y las injusticias. Se les enreda la lengua y beben mucha agua, que a veces convidan a cambio de una sonrisa. Meriem aceptaba gustosa, qué tan valiosas pueden ser.
Uno de ellos llamó especialmente la atención de nuestro par de amigas, y no tan sólo por su pelo anaranjado: hablaba sobre comida rápida y dinero, sobre ayuda y esperanza, sobre carne y alegría, mientras sostenía un limpio periódico. Meriem, con su ingles de doce años, no entendía como la palabra carne y alegría pudieran ir en la misma oración, miraba a Divina y le tendía el brazo, evocando fugazmente las tantas ocasiones en que han querido separarlas y “llevar al pato a descansar”.
Al final, y luego de varios tirones a distintos delantales blancos, entendió que darían dinero por la comida vendida en el mundo. Nada más ajeno que el mundo. En realidad todo les era ajeno en ese explotado rincón; la carne, los sueños, el tiempo, cuan efímero, sobre todo para Divina.
Cuando el cielo comenzaba a ensombrecerse también empezaba la orquesta de estallidos y era hora de dormir. Meriem comió feliz su segundo plato del día y Divina se regocijaba con una manzana opacada. Recordó la noticia dada por el de pelo gracioso y abrochó la puerta de la tienda que los cobijaba. Dispuso un cojín para su compañera y cerró los ojos.
“Ojalá le llegue algo de ese dinero a Divina” - pensaba entre sueños Meriem. Divina, condenada y enmudecida, nada más miraba el techo.
LEAD:
Pizza Hut y KFC recaudarán fondos contra la pobreza en el mundo
La vida es dura, ni que se lo digan a Meriem y Divina; y mientras un par de manos revuelven un austero plato de arroz intentando callar a ese estomago travieso, un amarillento pico hurguetea la tierra y devora una raíz.
Meriem ya no cree en el amor, y luego de dos secuestros y una sangrienta orfandad, tampoco en la vida. Divina lo suyo: cuatro veces han intentado robarla y meterla a una olla hirviente; benditos los gritos agudos de su compañera. Y ni le pregunten qué es la vida. Si hasta pareciera que Angola no es un buen lugar para nacer.
A cualquiera le llamaría la atención la postal: una niña flacuchenta y un pato polvoriento, una carpa morada con varios rasguños y el sol pegando fuerte en el cielo. Meriem es la niña, no lo había dicho, Divina el pato.
De vez en cuando llegan niños de ojos claros y mirada esperanzadora. Con ropas blancas, gustan de conversar airadamente sobre el sufrimiento y las injusticias. Se les enreda la lengua y beben mucha agua, que a veces convidan a cambio de una sonrisa. Meriem aceptaba gustosa, qué tan valiosas pueden ser.
Uno de ellos llamó especialmente la atención de nuestro par de amigas, y no tan sólo por su pelo anaranjado: hablaba sobre comida rápida y dinero, sobre ayuda y esperanza, sobre carne y alegría, mientras sostenía un limpio periódico. Meriem, con su ingles de doce años, no entendía como la palabra carne y alegría pudieran ir en la misma oración, miraba a Divina y le tendía el brazo, evocando fugazmente las tantas ocasiones en que han querido separarlas y “llevar al pato a descansar”.
Al final, y luego de varios tirones a distintos delantales blancos, entendió que darían dinero por la comida vendida en el mundo. Nada más ajeno que el mundo. En realidad todo les era ajeno en ese explotado rincón; la carne, los sueños, el tiempo, cuan efímero, sobre todo para Divina.
Cuando el cielo comenzaba a ensombrecerse también empezaba la orquesta de estallidos y era hora de dormir. Meriem comió feliz su segundo plato del día y Divina se regocijaba con una manzana opacada. Recordó la noticia dada por el de pelo gracioso y abrochó la puerta de la tienda que los cobijaba. Dispuso un cojín para su compañera y cerró los ojos.
“Ojalá le llegue algo de ese dinero a Divina” - pensaba entre sueños Meriem. Divina, condenada y enmudecida, nada más miraba el techo.
LEAD:
Pizza Hut y KFC recaudarán fondos contra la pobreza en el mundo
La cadena Yum Brands, propietaria de ambas marcas, anunció la iniciativa en México.
Dineros serán destinados a las 90 millones de personas más pobres del orbe.
La cadena de restaurantes estadounidense Yum Brands, propietaria de Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken (KFC), recaudará fondos para ayudar a los 90 millones de personas más pobres del planeta atendidas por el Programa Mundial de Alimentos de FAO, informaron en México sus representantes.
2 Comments:
Me dio cualquier pena.
Escribí bonito, Jp
(:
escribo y soy bonito
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