martes, 14 de octubre de 2008

LA SOMBRA DEL VIH


Por Camila Espinoza

¡Apúrate, apúrate, va a nacer!, le gritó Claudia a José, su marido: se acercaba el momento más esperado de sus vidas. Hacía meses que se preparaban; habían seguido las instrucciones del médico al pie de la letra. Todo estaba listo: la cuna, la ropa, los pañales, todo debía ser perfecto para la llegada de Vicente. No sabían que el olvidar un papel los llevaría a vivir la peor pesadilla de sus vidas.

El embarazo nunca presentó complicaciones. El bebé debía nacer, aproximadamente, la semana del dos de junio, pero como una señal de los terribles momentos que vendrían, éste se adelanto en dos semanas. Con gran velocidad, José llevó a su mujer al hospital Parroquial de San Bernardo, el cual nunca podrá borrar de su memoria. Ansiosos, los padres entraron con un bolso lleno de cosas para el bebé y con los documentos necesarios para que la madre pudiera ser atendida. Antes de iniciarse el parto, a Claudia le hicieron un test preventivo para detectar si estaba contagiada con el virus VIH. Ella se había realizado el mismo examen meses atrás, pero había olvido traer los resultados.

Al momento de dar a luz, Claudia estuvo acompañada siempre por su marido. Después de casi dos horas nació el niño, completamente sano. Los padres del pequeño estaban dichosos, a pesar de ser prematuro era fuerte y grande. La madre lo tomó en su regazo, mientras el padre grababa cada instante con detención. Pero algo les preocupaba: el médico no se veía muy contento, los miraba con cierta suspicacia al igual que las enfermeras. Trataron de borrar esos pensamientos de su cabeza creyendo que era fruto de su imaginación, porque todo estaba bien, ¿qué más prueba que el llanto de su querido hijo?

Sólo había pasado un día desde del nacimiento de Vicente cuando lo llevaron al cuarto de su madre. De inmediato ella trato de amamantarlo, pero fue detenida por las enfermeras. No pudo comprender por qué se lo impedían y comenzó a notar que algo extraño estaba sucediendo con su bebé, incluso la sala común que compartía con otras mujeres fue desocupada. Totalmente desconcertada le preguntó a las enfermeras qué sucedía. Ellas guardaron silencio. Asustada por esta reacción, siguió insistiendo hasta que, finalmente, le comunicaron en presencia de su marido que ella y el niño estaban contagiados con el virus del VIH. El matrimonio no lo podía creer, ¿cómo su bebé, una criatura tan pequeña, iba a estar contagiado? Claudia, histérica, le pidió a su marido que fuera a buscar los exámenes que ella se había hecho casi dos meses antes por orden de su médico donde salía que no estaba contagiada por el virus. Al revisarlos, los médicos del hospital dijeron que el laboratorio donde se efectuó la muestra no era confiable, que debían aceptar la realidad y asumir que tenían Sida. Desde ese instante, Claudia se sintió discriminada y atacada por las enfermeras quienes creían que ella mentía y que siempre supo que estuvo contagiada.

Claudia no podía parar de llorar y de preguntarse cómo pudo contraer el virus, si con el único hombre que había estado en la vida era su marido. No encontró otra explicación: era obvio, José la engañó. Lo encaró y le exigió que dijera la verdad. Él se sintió muy ofendido y le preguntó lo mismo. Todo terminó en una terrible discusión, entre gritos e insultos, que se acabó cuando él decidió salir de la sala. En ese momento, Claudia recordó cuando a los 17 años y estando embarazada, se casó con José, quien acaba de cumplir los 20. Faltando sólo dos meses para dar a luz tuvo un aborto espontáneo. Desde entonces ambos acordaron esperar un tiempo y alcanzar una cierta estabilidad económica para tener un hijo. Fue así como cuatro años después decidieron tener a Vicente. No entendía en que minuto el sueño de tener una familia se había acabado; tanto a Vicente como a ella les esperaban una muerte segura y también la discriminación social. No sabía qué hacer, a quién acudir, cómo enfrentar esta situación. Además, después de la discusión con su marido, no sabía qué pasaría con su matrimonio.

En su desesperación, Claudia intentó suicidarse. Tras ese episodio su esposo se acercó a ella y lograron conversar, llegando a la conclusión de que ambos siempre habían sido fieles. Por ésta razón, diez días después del nacimiento de Vicente decidieron realizar un nuevo examen en otro hospital. Cuando los resultados estuvieron listos, los padres pudieron escuchar la mejor noticia de su vida: ninguno estaba infectado con el VIH. El test realizado en el Hospital de San Bernardo había fallado. Ahora, lo único que preocupaba a la pareja era la salud de su hijo, pues desde que ingresó al Centro Hospitalario le suministraron drogas para tratar su supuesta enfermedad, lo que podría ocasionarle secuelas.

LEAD:

Interponen querella contra hospital por "erróneo" diagnóstico de SIDA.


Una querella criminal en contra del personal médico del Hospital Parroquial de San Bernardo, y en contra de todos quienes resulten responsables de erróneos procedimientos interpuso este miércoles Claudia Rebolledo y su esposo José Castillo, a quienes en julio pasado se les informó que Vicente, su hijo recién nacido debía ser tratado con medicamentos especiales al serle diagnosticado Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA).

1 Comment:

Anónimo said...

Muy buena narración. Mientras leía, podía imaginar claramente la situación, con los gritos, la tristeza y la impotencia que describes.