miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA ROCA


Por María José Gaona

A él nunca le importó mucho el que dirán. Trabaja más que la cresta y, por lo tanto, le encanta darse sus gustitos. Comida y carrete, la mejor mezcla para esos días. Así fue como el Doc. partió a festejar a la playa. En un camping hicieron el asadito. Carne había por montones, las ensaladas y OBVIO, el copete. Primero siempre es la chelita. Un buen vino con la carne durante la comida JAMAS falta.

Tipín 4 de la tarde ya se comió el postre, y ahora vienen los bajativos: su maní loco o las buenas aceitunas (de las negras). Es en esos momentos que al Doc. le bajan las insaciables ganas de abrir su memorable wiskacho. Gran error, después de ese primer vaso el mambo tiene dos opciones. La primera es el tuto seguro. En este caso la opción fue la número dos: carrete all night long.

Como era de esperarse, el Doc. estaba pasadito de copas y, aparte, la indigestión por toda esa comida empezó a pasarle la cuenta. El hombre no halló nada mejor que ir hacia la playa. Caminó casi hasta la orilla y se encontró con una enorme roca. Su potito daba hacia el otro lado de la roca, como si no se fueran a dar cuenta sus compañeros de farra cual era su intención. PSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS; ¡un peo increíble!¡De esos largos y estrepitosamente ruidosos! Ahora si que se sentía satisfecho, pero jamás se imaginó lo que iba a ocurrir. Al otro lado de la roca estaba una familia entera… comiendo. “¡Viejo asqueroso!” le gritaban, y al Doc. no le quedó más que salir corriendo, cagado de la risa y con una plancha terrible.

Lo peor de todo, no es primera vez que le pasa.

viernes, 14 de noviembre de 2008

COLOR DE ROSAS

Por Catalina Gaete Salgado

Ya son 18 años. Dieciocho de los cuales, por lo menos ocho, han sido confusiones, llantos, penas, angustias y gritos. Todo inmerso en un rostro abundante de sonrisas, un rostro que no demuestra penurias sino todo lo contrario, pero que, sin embargo, esconde rabias y tristezas. Ella es Gabriela, un ser que sonríe de ver la felicidad del resto, pero que nunca valoró la suya; la palabra autoestima no figuraba en su vida.

Pero algo pasó a los quince: lo conoció. Sí, esa etapa intensa, que generalmente está marcada por la rebeldía y por el mundo que comienza a conocer una jovencita tranquila e ingenua. Una etapa llena de emociones, en donde, si bien, las penas y rabias parecían ser más intensas, también lo eran las alegrías, las risas, los vasos desbordantes en alcohol y las siempre vacías cajetillas de cigarros.

Lo conoció. Se llamaba Antonio y era perfecto. La conquistó por medio de canciones setenteras, historias de guitarras y profundas conversaciones. Era lo que ella necesitaba: un apoyo, una compañía, un amigo… un amor.

La relación comenzó con los calores de enero. Nunca en su vida ella había vivido meses tan hermosos. Tan alegres… tan completos. El la escuchaba, la miraba a los ojos, la abrazaba y besaba, como siempre quiso. Sus problemas, penas y angustias parecían pequeños al lado de tal felicidad. Su amor hacia sí misma comenzó a aparecer entre tanta palabra bonita. ¿Quizás no soy tan fea?, ¿quizás no soy tan tonta?, pensaba Gabriela.

El le prometía ser siempre incondicional, y lo mejor era que lo cumplía. En los malos momentos nunca faltó la palabra precisa y la mirada directa; la canción necesaria e incluso historias llenas de Toñitos que la cuidaban. El conocía sus problemas y sus penas; se esforzaba día a día por que éstas se fueran.

Pues sí, él era todo, todo lo que ella quería.

Pasaron los meses y la relación continuó con ese amor maravilloso, que sólo se ve en las películas y que sólo se concibe a través de un excelente guión. Pero ya cumpliendo su segundo aniversario, el cuento de amor comenzaba a perderse entre las peleas, las confusiones, las malas caras y las inquietudes.

Pues claro, la llegada de este hombre significó en la vida de Gabriela felicidad inmediata e intensa, pero nunca una solución a sus debilidades y su falta de fortaleza.

Ya son 18 años, y esas angustias devastadoras regresan a su vida; vuelven a atormentarla y debilitarla, la encierran en cuestionamientos y tormentos, alejándola del amor de su vida, quien ya comienza a hacer su propia vida. Cada día es peor que el anterior, y ella se encuentra sola, luchando contra un enemigo sigiloso, invisible e invencible.

Sí, es ahora el momento, piensa; es ahora cuando más necesita de ese amor. De ese hombre que la acompaña, escucha, seca sus lágrimas y le habla; ese hombre que logra hacerle olvidar y le recuerda, a la vez, que la vida sí es hermosa, y que a su lado, todo estará bien: estará segura y a salvo. Pues, “es evidente -pensó Gabriela- que aunque no hablemos y no nos veamos, y a pesar de que cuando nos juntamos sólo discutamos, él siempre estará cuando yo lo necesite. Él me lo dijo, él me lo aseguró”.

Va a buscarlo con apuro. Intenta por todos los medios posibles, pero Antonio no aparece. Al teléfono no contesta y en su casa no abren la puerta. Ingresa a Internet, buscando dejar ese mensaje que lo traería de vuelta.

Entra al sitio en donde podrá contactarse con él. Comienza a escribir con desesperación… pero algo llama repentinamente su atención. Otra persona, otra mujer, hacía lo mismo que ella. Pues ya estaba, en el sitio del hombre que tanto busca, un mensaje de una “antigua amiga” que intentaba, con tiernas palabras y sobrenombres, un pronto encuentro.

Pero el problema no es lo que esta “antigua amiga” hace, sino lo que Antonio responde. Pues de manera inmediata, según el registro cronológico del sitio virtual, él contesta el mensaje. Responde con las mismas palabras de amor que utilizó cuando conoció y conquistó a Gabriela. Con esas palabras que lograron encantar a una triste mujer, y que ahora intentan conquistar a una recién llegada.

Gabriela lee con asombro y recuerda todas esas promesas de apoyo y de amor incondicional. Antonio ya no estaba, pero era este el preciso momento en el que lo necesitaba.

No volvieron a hablar y las angustias de Gabriela crecieron más y más, encerrándola en su mente, en sus preguntas y en su habitación. Mientras, Antonio camina, con las manos tomadas y los dedos entrelazados, con otra mujer; una “antigua amiga”, a la que seguramente amará, para luego volver a dejar.

TE PILLÉ PAVIANDO Y TE MANDÉ CAGANDO 2.0


Por César Morales


Quiero contar una historia... El otro día compré un "sopapo". ¿Sopapo? Sí, un SOPAPO. No se sonroje; son esos artefactos de tecnología prácticamente arcaica, que sirven para destapar el water, compuestos de un pequeño manguito de madera y una goma en forma de sombrerito. En otro capítulo que aún no invento le enseñaré como se usa, en 10 pasos simples de comprender y aplicar.


¿Se ha dado cuenta ud. de lo gracioso que es comprar uno de estos plomeros improvisados?

Primero diré que mi única motivación para ir al Lider esa tarde, era encontrar un destapador de tronos. Claro, es evidente: había tapado el water. ¡¿Y qué?!, ¿a quién no se le ha tapado? Bueno, ahora digamos que es bastante gracioso ver a un tipo parado en la fila de la caja “Express” con una sola cosa entre las manos: un sopapo. Me sentía observado. La gente como que te mira y dice en su mente: "oh, el weón cagón, tapó el water", o el típico tío que lo mira a uno, así con cara de "tranqui hijo, a todos nos ha pasado", onda como solidarizando. Lo peor es que te baja el level más que la cresta.


Todos los días comprai pan y no veís ni media mina rica, pero el día que comprai un sopapo salen las mejores a tu encuentro y se ríen de tu patética e incomoda condición de cagador de submarinos nucleares, que tapan ese delgadito conducto que se lleva la caca. Mientras esperaba haciéndome el weón me decía a mi mismo ¿por qué no hacen water con los caños más grandes? A esas alturas ya era puro filosofar acerca de la mierda atascada ahí, que no quiso transitar hacia su libertad, al mar, o donde sea que vaya a parar la caca cuando sale del baño en que la cagamos.


Toda esta historia ¿por qué?, porque nunca en la vida había comprado un "sopapo" y la cagó, es una muestra más de que los chilenos somos en esencia sapos, peladores y voyeristas. Eso es bueno para nosotros: "¡Somos copuchentos y nos da lo mismo... Escuela de periodismo!".

Consejo útil: si compran un sopapo, lleven algo más, porque como diría Muñoz, si llevas sólo el sopapo, serás un cretino.

martes, 11 de noviembre de 2008

PERDON, PERO... ¿POR QUÉ?

Por Natalia Rodríguez Cartes

Claro, como si uno fuera tonta y no pensara por sí misma.

Pidiéndome perdón el perla. Figuraba como un borracho ante cualquiera. Él no sabía, claro, primera cosa: que yo también estaba borracha. Segunda cosa: que con una amiga nos comíamos la olla de caracoquesos, muertas de la risa.

¡¡Perdón, me decía perdón!!

Como si me lo pidiera de verdad…

¿Cuántas veces habrá pedido disculpas en su vida?

Las mismas que yo, seguramente. Una, cuando le perdí el collar de matrimonio a mi mamá jugando al ladrón y le dije que la Nana se lo había robado. La otra, cuando desapareció el único cuadro pintando por el tatarabuelo Tana, ése al que le cayó témpera justo antes de ponernos a jugar al artista vanguardista con mi primo chico.

Si ellos creen que les creemos su “perdón”, es porque creen que nuestro “te perdono, gordito” es tan cierto como su arrepentimiento.

Hay que ser bien cara de raja para pedir disculpas por algo, si no entienden ni por qué la cagaron.

ASÍ CUALQUIERA PASA EL RAMO


Por Natalia Rodríguez Cartes


Estaba ahí, con la misma cara de aburrida que llevaba siempre. Tenía que cumplir con el horario, con la asistencia y con la materia en el cuaderno.


El primer día sólo lo miró. Le gustaba esa clase, pero nunca tanto como para levantar la mano en todas las ayudantías haciendo preguntas sobre los textos, que nadie más que ella leía.


Era linda, era realmente llamativa a la vista de cualquier hombre. Pero, más allá de la envidia, honestamente no tenía nada más de especial que ser rubia dentro de una universidad que se jacta de ser totalmente “pluralista”.


Él era un tipo normal, incluso medio feo. Era moreno, pelo de puercoespín, boca gruesa, voz normal, pero claro, y los ojos de color extraordinario: medio verdes, medio azules. Llamaba la atención de alguna forma. Sobre todo porque no se veía como un tipo canchero para nada, de hecho, sus jeans y camisa de ñoño cualquiera hacían que algunos riéramos de él en cada ayudantía.


Pasaron clases antes de que todos empezáramos a notar que ella lo miraba con ojos cómplices; antes de que a una amiga se le saliera aquel secreto: Se habían tomado un café juntos, fuera de la universidad, y no precisamente para hablar del trabajo.


Ahora entiendo porque a ella nunca le fue mal.

1 DE ENERO

Por Natalia Rodríguez Cartes


(Ring - Ring)
- ¿Aló?
- Hola Cami, ¿cómo estás?
- ¡Lore! ¡Feliz Año! ¿Bien y tú?
- Igual para ti. Estoy bien, con un poco de caña eso si. ¿Estás ocupada?
- No, para nada, estoy con mi pololo escuchando música.
- Ah, dale. Mándale saludos...
(...)
- ¿Lore?
- Sí, aquí estoy.
- ¿Para qué me llamaste?
- Es que tengo que contarte algo...
- ¡Dime entonces, po!
- Es que... yo creo que te puedes enojar. Mira, te llamé antes de que todas las demás te cuenten. Te juro que no pensé lo tonto que era lo que iba a hacer, no me di cuenta no más... además, era año nuevo y pucha... tú sabes que a veces se nos pasa la mano con el copete y, mira, fue pura coincidencia...
- Pero dime, me estás asustando.
- Es que... ya, filo te digo. Me agarré al Pipe.
- ...
- Pero fue súper poco, o sea un par de besos y ya... Es que me escapé, lo dejé bailando solo...
- ¿Cómo?
- Es que sí. Me di cuenta que nada que ver yo con Pipe, entonces le dije que no, que la Cami y todo eso, pero él me dijo que tú ya estabas pololeando y bla bla bla... Bueno, como no entendía le dije que iba al baño y me perdí entre la masa de gente. No volví.
- ¿Qué?
- ¿Estás enojada?
- ¡Jajajajaja! ¡No! O sea, es raro. Es raro saber que te comiste al mino que yo toda la vida me quise pololear y no resultó, pero enojada, no. O sea, no sé.
- En todo caso lo hubieras visto como me buscó en el baño, estábamos todas muertas de la risa.
- Para, ¿quién mas estaba?
- Todas. Es que no fue mi culpa, me dejaron bailando con él y me piqué, y tú sabes como me pongo...
- Sí, hueona...
- Ya, pero es que la Cote me decía: “apuesto que no te lo comí”, y yo... le dije ya po’ te apuesto...
- ¡Jajajaja! ¿Y qué onda?
- Emmmmm...
- Dime, ¿cómo lo encontraste?
- Cami... a ver. Es que yo encontré que daba los besos súper malos, la verdad es que no sé como cresta podías soportarlo, es terrible, y...
- ¡Jaja! ¿Tú crees?
- Sí, o sea, en gustos no hay nada escrito... sin ofender, obvio.
- Sí, no te preocupes. Historia vieja en todo caso.
- No tan vieja, un poco antes que tu pololo no más... ¿o no? Por eso yo estaba tan preocupada y...
- Bueno sí, pero estoy en otra...
- Ya bueno, tenía que decírtelo yo, no podía ser que te enteraras por otras personas, o sea nada que ver, si somos amigas y en verdad perdón. Sí, la cagué un poco...
- No relájate, es raro, sumamente raro, pero no estoy enojada contigo.
- Bueno, te dejo. Un beso nos vemos en la semana.
- Sí. Cuídate. Adiós.
(Tuu tuu tuu...)

(Pensamiento entre risas) Se come a mi casi ex, me dice que fue de curada, le habló de mí como si yo aún estuviera interesada en él, me dice que se escapó igual que si fuera una cabra chica y además tiene el descaro de decirme que da malos besos, sabiendo que estuve con él un montón de tiempo... la cagó.

No la odio, pero mi amiga la cagó para ser cara de raja.

viernes, 31 de octubre de 2008

ENTRE NEGRO Y GRIS OSCURO

Por Joaquín Rebolledo

Una foto es solo eso, un momento de la vida capturado en un papel, un nanosegundo encarcelado en una hoja en blanco.

Y este era uno de esos momentos que valen la pena recordar: los principales candidatos a la presidencia de Estados Unidos, dos estereotipos en el país de los estereotipos; uno, un joven idealista que ha sido educado en las mejores universidades del país, que ha confesado que ha probado la marihuana, que tiene un desplante escénico que lo hace comparable a un pastor evangélico, a un profeta cargado con la esperanza de un cambio, un rockstar que tiene a todo hollywood cantando “Yes we can”, un Jesucristo Superstar, ¡y además es negro! Como para al fin demostrarle a todo el mundo que eso de la discriminación racial es solo un mito. El otro, un típico héroe de acción americano, Top Gun, un Rambo, un Schwarzenegger (si, lo tuve que buscar en Google) un milico que fue capturado y torturado durante la guerra de Vietnam, y que todavía cree que los comunistas se comen las guaguas.

Dos estereotipos muy políticamente correctos como para decir lo que piensan, mucho flash y poco barro, mucha sonrisa y poca palabra dura, con candidatos que -como dirían Los Prisioneros- nunca quedan mal con nadie... bueno, con excepción de Chávez.


Por eso dan ganas de que este momento de la vida capturado en papel, no fuera solo eso, no fuera solo un acierto fotográfico, sino una constante. ¿A quien no le gustaría escuchar a un par de políticos que hablaran con la verdad? Qué celebraran cuando en medio de un debate responden una pregunta insidiosa de parte del periodista de turno, que cuando al no encontrar una respuesta convincente, respondieran -dejando atrás cualquier sentido del decoro y con total honestidad- un “me cagaste hueón”.


Todos sabemos que se tienen mala, que si dependiera de McCain esto se arreglaría a la antigua, diría que en sus tiempos estas cosas no pasaban, que la sociedad se ha corrompido, que la moral, que Dios, que América y todas esas estupideces. En esencia John McCain es el papá malo y severo, y Obama el joven idealista que quería ser actor en la sociedad de los poetas muertos. Todos lo sabemos, tan solo nos gustaría verlo en cámara para poder ver el verdadero rostro de las personas por las que estamos votando.

LA PRIMERA VEZ PARA MI, PURO JUGO


Por César Antonio

Yo hace rato venía comprando profilácticos para regalárselos a mis amigos cuando cumplían la mayoría de edad. Era una forma absurda y ociosa de decirles "buena campeón, ya eres todo un hombre", una pendejada que en muchos cumpleaños valió más de una risa, y por supuesto, el clásico condón volando por los cielos, mientras todos bailaban animadamente al ritmo del Axé y lo golpeaban cuando venía cerca.

Así, muchas veces fui a la farmacia en un ritual trillado que no tenía mayor relevancia, era un simple "quiero una caja de condones", pagaba y me iba.

Pero muchas veces escuché que las experiencias ajenas no le sirven a nadie, hecho que comprobé cuando por primera vez quería comprar preservativos para mí… Fue todo un proceso. Estaba en la U ya, era viejote, pero igual me daba una lata pendeja terrible. Lo primero fue pensar en que lugar comprar, tenía que ser una farmacia "piola". Como que me entró todo lo conservador, que quizás heredé de mi colegio católico y ultra anti relaciones sexuales pre maritales. Veía a la monjita del establecimiento diciendo "es pecado, es pecado de la carne". Me imaginaba mil weás, a mi vieja apareciendo derepente (y eso que ella estaba en Calama y yo en Valpo). Con todo cuando tuve decidido el lugar me dirigí raudo a hacer "la compra".

Entré a una farmacia como todas. Miré el mesón desde lejos un buen rato, ahí comenzó mi actuación más ridícula en un local de esas características. La primera pregunta, un real desastre fue: "¿tiene condones?". Bueno, como todos sabemos, en las farmacias siempre hay condones. La dependiente, una señora gordita y simpaticona me respondió lo evidente con un seco "si". Pero fuera de tomar un rumbo más digno, mi segunda pregunta fue aún más necia: "¿de cuáles tiene?" (a esas alturas solo me faltaba preguntar "¿cómo se usan?" o ¿cómo se ponen?"). Algo estresada la misia de blanco delantal respondió "¿de cuáles quiere?" y agregó al final un "pues" eso ya denotaba algo de enojo. A esas alturas ya no sentía nervios, era pura estupidez declarada. A mi no afortunada conversación agregué algo que no fue menos idiota que las dos intervenciones anteriores, pero que a lo menos sacó una sonrisita a mi interlocutora: "quiero unos wenos, no importa si son caros, lo importante es que no se rajen". Ella rió antes de responder, "sí, tengo unos 'wenos wenos', son alemanes". Me dio ocho mil características de los mismos, las weás no se rajaban ni con 20 litros de agua según un experimento y bla bla bla. Yo sin cachar ni bola, los compré igual. Y pagué los condones más caros de mi vida.

Siempre que me acuerdo me río. Fui tan pollo y al fin y al cabo daba lo mismo porque mi polola vivía a 1500 km. de mí, no la vería sino hasta como dos meses después. Por cierto la cajita preciada me acompañó cuando la fui a ver, pero lo peor es que eran tan buenos, que tenían el espesor de la goma de un guante de hule. El punto es que no se rajaban ni con tip top, pero eran más fomes que taller de reporteo.

Y sí, no me quedó otra que pensar: "¿tanto webeo pa' esto?", dígalo Ud.: "¡POLLO!" Pero que no digan que no me cuido…

sábado, 25 de octubre de 2008

DINERO SUCIO


Por Javier Chamorro


Recuerdo esos días de octavo básico en el colegio. La mala suerte de ser colegio de hombres producía en nuestra comunidad la escasez de relaciones con las féminas. De ese modo, un compañerito, de cuyo nombre no quiero acordarme, tuvo la brillante idea de visualizar un negocio que le traería muchos ingresos y de pasada le ayudaría a sus semejantes a estudiar “anatomía femenina”.

Así, este joven emprendedor se consiguió, con algunos contactos truchos, revistas con un alto contenido visual, que transgredían las buenas costumbres y en el caso de nuestra institución educacional, la moral que la iglesia nos imponía. Pero, ante todo lo malo que conllevaba hacer uso de esas revistas de grueso calibre, para los del curso era un juego de niños (o play boy en ingles).

De este modo, el negocio de mi compañero de curso obtuvo grandes ganancias de los que acudían a él por un remedio a su acumulación de stress (el que expulsaban enérgicamente en sus piezas o en el baño). Pero los grandes ingresos de dinero, que para algunos serían sucios, no durarían mucho tiempo.

Un día otro compañero, a falta de dinero, agarró una de las maliciosas revistas y huyó por la sala. Mi compañero emprendedor, viendo una que una de sus mercancías no era retribuida de forma justa, salió en defensa de su propiedad usurpada y le persiguió. Durante la persecución a gran velocidad, el ladronzuelo movió la mesa donde estaba la mochila con toda la mercancía. Acto seguido, el material se desparramó por el suelo; el problema es que justo en ese instante se abalanzaba una sombra maligna.

Los dos rufianes intentaron camuflar la escena, pero ya era tarde. El inspector de turno había arribado con la clara intención de eliminar alumnos traviesos. Al percatarse de la existencia de las revistas llamativas, procedió a requisarlas. En ese momento mi comerciante compañero salió a excusarse: “No, esas revistas no son mías, son de un amigo que me las pasó”. Mientras el curso entero observaba la escena, esperando que se lo llevaran, el inspector dio la última palabra: “Bien, ante lo que ocurrió acá lo voy a dejar pasar, pero las revistas las confisco”.

Así, el inspector salió con una sonrisa de oreja a oreja con el lote de revistas bajo el brazo, mientras nosotros, rápidamente, nos reímos del comerciante que le habían incautado su mercancía. Después de las risas, nos pusimos a filosofar sobre qué estaría haciendo el inspector en su oficina. Quizás fue a botar stress, ¿Quién sabe?, pero eso no quita que sea un careraja.

jueves, 23 de octubre de 2008

Bienvenidos de nuevo, Carerajas!

Ahora sí que sí, partimos con la publicación de sus carerajazos, ceñidos a la línea editorial, que pueden enviar a enterocareraja@gmail.com
Recuerden que este blog es propiedad de todos.

jueves, 16 de octubre de 2008

DEL PARAÍSO AL INFIERNO HAY UN SOLO PASO


Por Lee-Anne Stone


Era una tarde de verano de esas que calcinan hasta los huesos. José Gómez Echeverría, un esforzado trabajador penquista, criado en el seno de una familia humilde y sencilla, gozaba de su viaje de negocios a Santiago luego de recibir la mejor noticia de todas, un par de semanas atrás.

La televisión encendida como de costumbre en la casa de José. Las noticias de muertes, secuestros, incendios y deportes llenaban el espacio del living. Luego de un arduo día de trabajo, José llegaba como de costumbre a revisar su número de lotería mientras se comía un sándwich o algo por el estilo. Agarra un lápiz y el conteo comienza. Los números se repetían. Uno, otro, otro. El sudor de ansiedad comenzó a bajar por su frente. Un grito de euforia y felicidad atraen la atención de Sofía, su esposa, que corre de inmediato donde su marido a ver qué ocurría. La mejor noche de todas… ¡se habían ganado la lotería!


Con el pasar de los días y con todo ese dinero en el bolsillo, José no encontró nada mejor que comenzar con la compra de propiedades y empresas que podrían darle rentabilidad con el paso de los años.

Una mañana cualquiera, sin previo aviso, arregla un pequeño bolso, hace reservaciones en el mejor hotel y parte a Santiago para hacer un par de trámites. Solo tomaría unos días.

Luego de ir a notaría y al banco un par de veces, almuerza en el mejor de los restaurantes de la ciudad, para luego pasear un poco por el centro de Santiago y terminar una noche en el hipódromo, con bastante que apostar. El dinero era lo que menos importaba en ese minuto.

Con el insistente sol sobre su cabeza, José se dirige de vuelta al hotel para arreglarse un poco y luego dirigirse a los caballos. Toma una ducha de esas eternas, y se hecha su mejor perfume. Abre la puerta de su habitación y ahí comenzó el infierno.

Sin explicación alguna, 5 hombres lo rodean y lo obligan a salir por la escalera de emergencia del hotel. Le dan un par de golpes y le dicen que saben perfectamente la cantidad de dinero que posee y que reclamarán una importante suma de dinero a su familia por el rescate. El secuestro de José Gómez Echeverría había comenzado.

LEAD:

Empresario de Concepción sufre secuestro express en Santiago

Los delincuentes exigieron al ejecutivo, oriundo de la Región del Bío Bío, el pago de $ 30 millones para ser liberado.
SANTIAGO.- Un empresario inmobiliario, proveniente desde Concepción, fue víctima hoy de un secuestro express cuando se encontraba en un hotel de la comuna de Santiago.

SANGRE SE PAGA CON SANGRE


Por Juan Pablo Cáceres C.

La vida es dura, ni que se lo digan a Meriem y Divina; y mientras un par de manos revuelven un austero plato de arroz intentando callar a ese estomago travieso, un amarillento pico hurguetea la tierra y devora una raíz.

Meriem ya no cree en el amor, y luego de dos secuestros y una sangrienta orfandad, tampoco en la vida. Divina lo suyo: cuatro veces han intentado robarla y meterla a una olla hirviente; benditos los gritos agudos de su compañera. Y ni le pregunten qué es la vida. Si hasta pareciera que Angola no es un buen lugar para nacer.

A cualquiera le llamaría la atención la postal: una niña flacuchenta y un pato polvoriento, una carpa morada con varios rasguños y el sol pegando fuerte en el cielo. Meriem es la niña, no lo había dicho, Divina el pato.

De vez en cuando llegan niños de ojos claros y mirada esperanzadora. Con ropas blancas, gustan de conversar airadamente sobre el sufrimiento y las injusticias. Se les enreda la lengua y beben mucha agua, que a veces convidan a cambio de una sonrisa. Meriem aceptaba gustosa, qué tan valiosas pueden ser.

Uno de ellos llamó especialmente la atención de nuestro par de amigas, y no tan sólo por su pelo anaranjado: hablaba sobre comida rápida y dinero, sobre ayuda y esperanza, sobre carne y alegría, mientras sostenía un limpio periódico. Meriem, con su ingles de doce años, no entendía como la palabra carne y alegría pudieran ir en la misma oración, miraba a Divina y le tendía el brazo, evocando fugazmente las tantas ocasiones en que han querido separarlas y “llevar al pato a descansar”.

Al final, y luego de varios tirones a distintos delantales blancos, entendió que darían dinero por la comida vendida en el mundo. Nada más ajeno que el mundo. En realidad todo les era ajeno en ese explotado rincón; la carne, los sueños, el tiempo, cuan efímero, sobre todo para Divina.

Cuando el cielo comenzaba a ensombrecerse también empezaba la orquesta de estallidos y era hora de dormir. Meriem comió feliz su segundo plato del día y Divina se regocijaba con una manzana opacada. Recordó la noticia dada por el de pelo gracioso y abrochó la puerta de la tienda que los cobijaba. Dispuso un cojín para su compañera y cerró los ojos.

“Ojalá le llegue algo de ese dinero a Divina” - pensaba entre sueños Meriem. Divina, condenada y enmudecida, nada más miraba el techo.


LEAD:

Pizza Hut y KFC recaudarán fondos contra la pobreza en el mundo

La cadena Yum Brands, propietaria de ambas marcas, anunció la iniciativa en México.
Dineros serán destinados a las 90 millones de personas más pobres del orbe.
La cadena de restaurantes estadounidense Yum Brands, propietaria de Pizza Hut y Kentucky Fried Chicken (KFC), recaudará fondos para ayudar a los 90 millones de personas más pobres del planeta atendidas por el Programa Mundial de Alimentos de FAO, informaron en México sus representantes.

miércoles, 15 de octubre de 2008

EL NIÑO QUE SOÑÓ SER PRESIDENTE



Por Agustín Morales P.

El título no es más que la constatación de las ensoñaciones que rondaban la cabeza de un pequeño chico moreno, Barack Obama, con ascendencia keniana, que cursó sus estudios en el país de las grandes oportunidades, donde el sueño americano es buscado por todos y donde están registrados los atropellos mas grandes a la gente de color. Bueno, una excepción podría ser el caso de Sudáfrica y el apartheid, pero no vienen realmente al caso. Es así como este joven atleta universitario empezó a acunar su deseo de ser político, un sueño más bien complejo, dadas las condiciones de ciudadano afroamericano que tenía. Pero él no claudicó en su intento en ser político. Se enroló en las filas del Partido Demócrata, uno de los más importantes del país.

Es dentro de su partido que empieza a cobrar notoriedad, no sólo por su raíces, sino por su gran capacidad de habla, capacidad que ha utilizado en amplios ámbitos de su vida, y que le ha ayudado a conquistar a su esposa Michelle, su compañera, siempre fiel a su lado, la que le da las fuerzas para lograr todos los objetivos que se traza.
Es así como luego de varios años dentro de las bases de su partido, finalmente fue considerado como una carta política importante y es apoyado para ser senador por su natal Illinois. Es así, también, como gana el cupo senatorial y empieza a marcar tendencias dentro de su estado; todos lo quieren y lo apoyan por sus buenas ideas y por el reflotar a la clase media, esa clase media que es olvidada por los gobiernos de todo el mundo, que controlados por la oligarquía, se olvidan de los bandos medios, esos que son mayoría y los que le dan trabajo a fin de cuentas.

Por este medio, es que Barack comienza a darse cuenta que su sueño podría realizarse y también, gracias al apoyo de sus colaboradores, es puesto en campaña por la máxima magistratura de EE.UU. No será nada de fácil, ya que su partido tenía pensado a otro candidato, mejor dicho candidata, la ex primera dama y senadora por Nueva York Hillary R. Clinton, la cual quería seguir la senda de su esposo, el ex presidente Bill. Con este panorama se empieza a gestar una batalla campal por la nominación exclusiva del partido.

La batalla es muy agotadora para ambos candidatos, pero el moreno es el vencedor y logra la nominación única y el apoyo irrestricto de su rival político. Ahora la batalla es contra los enemigos del partido conservador, ese que tiene como estandarte al peor presidente de toda la historia del país. Su contrincante es un viejito, ex combatiente y prisionero de guerra en Vietnam, que no es un competidor apto para este señor, que se ha ganado la admiración de mas de la mitad del país y en las ultimas encuestas lo dan como ganador por mas de 5 puntos porcentuales, lo que seria para la historia de EE.UU. una gran hazaña y un triunfo personal para este afroamericano que podría llevar a cabo su gran sueño americano.

LEAD:

El demócrata Barack Obama alcanzó una ventaja de cinco puntos sobre su rival republicano, John McCain, en la carrera a la Casa Blanca y amplió su respaldo entre los votantes femeninos, según un sondeo Reuters/C-SPAN/Zogby publicado el viernes.

SIN MAS SALIDA


Por José Bustamante C.


Diego se sentó sobre unos cartones apiñados en un rincón del cobertizo y cerró los ojos. Los abrió un segundo y observó, sobre su cabeza, la soga atada a una de las vigas expuestas de aquella edificación que albergaba el auto de su padre. En el extremo que colgaba de la cuerda, se formaba una suerte de aro confeccionado mediante un nudo simple. En el campamento de scouts le habían enseñado a hacer por lo menos 20 nudos distintos. A este le llamaban el “nudo corredizo” y era, probablemente, el más fácil de manejar.

Nuevamente cerró los ojos, esta vez con mucha más fuerza. Era la última oportunidad que se daba a sí mismo para buscarle un sentido a la vida. Una razón suficiente para aferrarse a ella.

En su cabeza comenzaron a transitar rostros de personas que podrían lamentarlo. ¿Su madre? No, imposible. Se encontraba, al parecer, en un momento muy exitoso de su vida. Hace dos días la había oído en su habitación, conversando con aquel hombre que la visitaba cada mañana y, si mal no sabía, sería, en poco tiempo más, ascendida de cargo en la empresa. Probablemente pasarían semanas antes de que ella note su ausencia.

Cansado, apoyó la sien en su mano derecha y un dolor punzante le cubrió la frente. Apartó su mano bruscamente. A continuación la acercó con mucho cuidado y empezó a palpar su piel. Claro, había olvidado el tajo que atravesaba el costado derecho de su frente, como una línea oblicua. De hecho, ya casi no recordaba que, el día anterior, en la escuela, por lo menos 15 sacapuntas se habían estrellado contra su cabeza como parte de la diversión de los 20 minutos de recreo de sus compañeros.

Casi no recordaba que luego lo habían amarrado de pies y brazos y le habían rayado todo el rostro. Había olvidado, incluso, que posterior a eso se había puesto a llorar. Allí, frente a toda la clase. Había llorado, pero no de pena, ni de rabia. Había sido un llanto de desesperación. El llanto que gritaba “¡no quiero más!” con cada lágrima. En definitiva, el llanto que había ahogado durante dos años desde el día en que llegó a ese colegio; el lugar donde se había acostumbrado a convivir con su pequeño infierno.

Imposible. No había forma de que su madre llegue a preguntarse por él. Si era ciega a todas las heridas con las que llegaba de la escuela, difícilmente se iría a dar la molestia de buscarlo si él no se cruzaba frente a sus ojos. Además, aquel garaje era el lugar perfecto para abandonar su miserable vida: un lugar frío y oscuro al que no habían demasiadas razones para acercarse. Cuando el olor a descomposición haya impregnado cada rincón del patio, tal vez recién en ese momento, saldrían a buscarlo.

De pronto asimiló aquella imagen en la que pensaba: él, colgando, con el rostro morado y con moscas merodeándolo, y sintió un intenso escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. ¿Estaba seguro de lo que haría? ¿De verdad no había más salidas?

¡No! Ya no era tiempo de remordimientos. ¿Qué pensaría la Pame si lo viese titubear de esa manera? Su prima favorita había tomado la misma decisión hace dos años y, ahora, debía estar esperándolo en algún lugar. Si ella, con trece años, había tenido la valentía de hacerlo ¿qué le impediría a él, joven quinceañero, llevar a cabo su cometido?

Observó nuevamente la soga que se balanceaba desde la viga y, súbitamente, se puso de pie. En vano, trató de poner la mente en blanco, de modo que, para facilitar las cosas, optó por llenar sus pensamientos con las sonrisas de sus compañeros. Recordó cada carcajada de aquellos personajes crueles que disfrutaban con los pelotazos en su rostro, las múltiples patadas en su trasero y canillas y todas aquellas inagotables formas de humillarlo.

Pensando en cada infernal jornada escolar durante los últimos años, se encaramó al capó del Peugeot de su padre. Desplazándose casi de manera inconsciente, ascendió al techo del vehículo. Con un rastrillo, apoyado en la pared más cercana, alcanzó el cabo de la cuerda que oscilaba unos tres metros más allá, expandió la abertura del “nudo corredizo”, pasó su cabeza por él y lo cerró fuertemente contra el perímetro de su cuello. Luego, dio un paso al vacío.
LEAD:

Bullying
Un niño intentó suicidarse agobiado por el matonaje

Un estudiante de 15 años, identificado como Diego G.P., intentó quitarse la vida, ahorcándose en el patio de su vivienda, porque sus compañeros de curso lo molestaban y lo amenazaban.
El menor, oriundo de Iquique, es además primo de Pamela Pizarro, la niña de 13 años que hace dos años se quitó la vida al no aguantar las burlas de sus compañeros y se convirtió en el primer caso de ese tipo en el país.

UNA BROMA QUE ESTALLÓ


Por Alicia Peralta.

Eran las 13:30 en el liceo Benjamín Vicuña Mackenna. Tres alumnas disfrutaban de su recreo de almuerzo, mientras pensaban qué hacer durante la tarde. Eran las mejores amigas; Carla, Michelle y Belén.

La líder, Carla, había estado de cumpleaños el día anterior, y no pudieron celebrarlo. Ese día era perfecto: los padres de Belén estaban de viaje y tenían la casa para ellas solas. Suficiente dinero para alcohol, varias cajetillas de cigarros y uno que otro invitado masculino, serían los ingredientes exactos para un cumpleaños inolvidable. Sin embargo, salían a las 7:30 de clases, lo que les daba poco tiempo para organizar y llevar a cabo su tarde de diversión.

-Ya, a ver. Michelle, tú que erí la única que tiene dieciocho, te vas al tiro al Líder a comprar copete. Ahí ves que compras, me da lo mismo.
- Bueno, pero a tu casa me voy en taxi, que no pienso andar con tanta bolsa en la calle.
- Déjate de alegar, ¿querí? Carla, tu llamai a los minos, que yo tengo cero peso en el celular.
- Ah, ¿saben qué? Yo me quiero ir ahora. Estoy chata. ¿Y si nos arrancamos?
- ¿De nuevo? Ya nos pillaron una vez. ¿Quieres que te suspendan de nuevo?
- No, no. Tengo un plan. Inventemos una chiva `pa que desalojen el liceo. Pásame el celular no más.

Entre risas, marcaron el 133. Michelle, que era la mejor mintiendo, tomó el teléfono y, con voz agitada, dijo que había una bomba en el lugar:

-¡Si! Es una maleta negra que encontramos en el baño del primer piso, y suena tic-toc-tic-toc.
-Disculpe, ¿cuál es su nombre?

Michelle miró a sus amigas y, susurrando, pregunto:

-¿Cómo se llama la maraca que te quitó el mino?
-Marina Cáceres.
Y al teléfono, respondió:
-Marina Cáceres.
-Ya mandamos una orden de desalojo al lugar. Un equipo del Gope va en camino.

Una hora después, estaban en casa de Belén, celebrando. Sin embargo, una llamada telefónica terminó su diversión.


LEAD:

Inventaron boma
Juez retó a tres escolares bromistas

La sacaron barata. Tres amigas y compañeras de cuarto año de Enseñanza Media del lice Benjamin Vicuña Mackenna de La Florida, deberán cumplir treinta horas de trabajo comunitario cada una, por dárselas de chistositas y llamar al 133 de Carabineros inventando que había una bomba en el colegio.