Por César Antonio
Yo hace rato venía comprando profilácticos para regalárselos a mis amigos cuando cumplían la mayoría de edad. Era una forma absurda y ociosa de decirles "buena campeón, ya eres todo un hombre", una pendejada que en muchos cumpleaños valió más de una risa, y por supuesto, el clásico condón volando por los cielos, mientras todos bailaban animadamente al ritmo del Axé y lo golpeaban cuando venía cerca.
Así, muchas veces fui a la farmacia en un ritual trillado que no tenía mayor relevancia, era un simple "quiero una caja de condones", pagaba y me iba.
Pero muchas veces escuché que las experiencias ajenas no le sirven a nadie, hecho que comprobé cuando por primera vez quería comprar preservativos para mí… Fue todo un proceso. Estaba en la U ya, era viejote, pero igual me daba una lata pendeja terrible. Lo primero fue pensar en que lugar comprar, tenía que ser una farmacia "piola". Como que me entró todo lo conservador, que quizás heredé de mi colegio católico y ultra anti relaciones sexuales pre maritales. Veía a la monjita del establecimiento diciendo "es pecado, es pecado de la carne". Me imaginaba mil weás, a mi vieja apareciendo derepente (y eso que ella estaba en Calama y yo en Valpo). Con todo cuando tuve decidido el lugar me dirigí raudo a hacer "la compra".
Entré a una farmacia como todas. Miré el mesón desde lejos un buen rato, ahí comenzó mi actuación más ridícula en un local de esas características. La primera pregunta, un real desastre fue: "¿tiene condones?". Bueno, como todos sabemos, en las farmacias siempre hay condones. La dependiente, una señora gordita y simpaticona me respondió lo evidente con un seco "si". Pero fuera de tomar un rumbo más digno, mi segunda pregunta fue aún más necia: "¿de cuáles tiene?" (a esas alturas solo me faltaba preguntar "¿cómo se usan?" o ¿cómo se ponen?"). Algo estresada la misia de blanco delantal respondió "¿de cuáles quiere?" y agregó al final un "pues" eso ya denotaba algo de enojo. A esas alturas ya no sentía nervios, era pura estupidez declarada. A mi no afortunada conversación agregué algo que no fue menos idiota que las dos intervenciones anteriores, pero que a lo menos sacó una sonrisita a mi interlocutora: "quiero unos wenos, no importa si son caros, lo importante es que no se rajen". Ella rió antes de responder, "sí, tengo unos 'wenos wenos', son alemanes". Me dio ocho mil características de los mismos, las weás no se rajaban ni con 20 litros de agua según un experimento y bla bla bla. Yo sin cachar ni bola, los compré igual. Y pagué los condones más caros de mi vida.
Siempre que me acuerdo me río. Fui tan pollo y al fin y al cabo daba lo mismo porque mi polola vivía a 1500 km. de mí, no la vería sino hasta como dos meses después. Por cierto la cajita preciada me acompañó cuando la fui a ver, pero lo peor es que eran tan buenos, que tenían el espesor de la goma de un guante de hule. El punto es que no se rajaban ni con tip top, pero eran más fomes que taller de reporteo.
Y sí, no me quedó otra que pensar: "¿tanto webeo pa' esto?", dígalo Ud.: "¡POLLO!" Pero que no digan que no me cuido…
2 Comments:
Grande Chatito ! XDD como la wea de l sopapo XD !
Ah no, na de secretos aquí!
Si tiene algo que decir (como "la weá del sopapo"), mandelo a enterocareraja.blogspot.com (:
xD
Ori
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