miércoles, 15 de octubre de 2008

OTRA VISIÓN, OTRO MUNDO


Por Matías Morales

El hambre provocaba que le sonara la tripa. Caminando muy elegante se dirige a su plato de comida y comienza el festín. Ya se ha terminado el alimento y sólo queda buscar un buen lugar para echarse a reposar.

No fue sino con los años que había adquirido esta extraña manía, probablemente a causa del hecho de vivir en un departamento y aburrirse de la pésima decoración, sobre todo del incomodo living y las agrietadas sillas del comedor, que componían la sumatoria de causas que lo habían llevado a internarse a nada más ni nada menos que a la vivienda de su vecino de abajo.

Ya conocía todos los horarios, tenía una estudiada y comprobada estrategia para bajar de manera sencilla y poder subir rápidamente en caso de ser sorprendido en dependencias ajenas. Como si fuera una adicción, todos los días bajaba y degustaba las texturas de los sillones, las alfombras y sobre todo de las camas. Era evidente su aprecio por la cama matrimonial de la pieza del fondo, en la cual pasaba un par de horas al día descansando. Cuando notaba que a los propietarios se les quedaban algunas sobras de comida de su agrado, las comía con gusto o se llevaba algo para el camino.

“Todos los excesos son malos” fue lo que había aprendido en esta ocasión. El abuso fue demasiado. Mucha comida reposada en una súper comodidad daba como resultado una excelente siesta. Era esa cama matrimonial la que lo llamaba y no se quedaba tranquilo hasta dormirse aunque fuese un momento. Mal hábito a la hora de echarse a reposar luego de un contundente almuerzo. Menos mal que tenía buen oído y se despertó de inmediato cuando escuchó el ruido de la puerta al abrirse. Corrió lo más rápido que pudo, alcanzando una velocidad que nunca antes había logrado.

Se había enterado, escuchando conversaciones varias, que el caballero que vive abajo se ha molestado por las visitas que hacía a su hogar cuando él no se encontraba. A pesar de aquello quiso seguir haciéndolo, pero se llevó una desafortunada sorpresa al ver que la entrada, esa vía a la felicidad, estaba cercada por una reja impenetrable.

Ya han pasado dos meses y él se las arregla como puede para tirarse un rato a descansar en su propia cama, revolcándose de un lado para otro. No encuentra la posición correcta. No puede descansar, y en su ansiedad decide ir al balcón del vecino de abajo. Sin embargo, la reja sigue ahí, tan rígida como siempre. Resignado, voltea para subir a su morada y logra divisar la ventana del cuarto contiguo al balcón completamente abierta.

No tardó ni un par de segundos para armarse de valor y saltar por la ventana. Una vez adentro, caminó hipnotizado hasta llegar a acomodarse sobre esa textura que le entrega tibieza y suavidad, que sólo posee esa cama de la pieza del fondo; cuando súbitamente la puerta de la casa se abre. La salida rápida estaba cerrada y no alcanzaba a llegar al cuarto de la ventana contiguo al balcón.

A él ya no le importaba, estaba tirado en la cama de sus sueños y nadie lo iba a sacar de allí. De pronto, la puerta se vuelve a abrir y se cierra bruscamente. El salió cautelosamente de la pieza y avanzó por el pasillo: un delicioso aroma lo llamaba desde la mesa. Encima yacía el cadáver de una reineta. Él lo tomó, pensando: “ahora va a ver con quién se está metiendo”

La puerta se vuelve a abrir, pero él ya arrancaba con el botín.
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Animal pillo huyó con el almuerzo y aún no ha sido identificado
GATO ENTRO A LA COCINA DE ANCIANO Y LE ROBÓ SU REINETA

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