sábado, 25 de octubre de 2008

DINERO SUCIO


Por Javier Chamorro


Recuerdo esos días de octavo básico en el colegio. La mala suerte de ser colegio de hombres producía en nuestra comunidad la escasez de relaciones con las féminas. De ese modo, un compañerito, de cuyo nombre no quiero acordarme, tuvo la brillante idea de visualizar un negocio que le traería muchos ingresos y de pasada le ayudaría a sus semejantes a estudiar “anatomía femenina”.

Así, este joven emprendedor se consiguió, con algunos contactos truchos, revistas con un alto contenido visual, que transgredían las buenas costumbres y en el caso de nuestra institución educacional, la moral que la iglesia nos imponía. Pero, ante todo lo malo que conllevaba hacer uso de esas revistas de grueso calibre, para los del curso era un juego de niños (o play boy en ingles).

De este modo, el negocio de mi compañero de curso obtuvo grandes ganancias de los que acudían a él por un remedio a su acumulación de stress (el que expulsaban enérgicamente en sus piezas o en el baño). Pero los grandes ingresos de dinero, que para algunos serían sucios, no durarían mucho tiempo.

Un día otro compañero, a falta de dinero, agarró una de las maliciosas revistas y huyó por la sala. Mi compañero emprendedor, viendo una que una de sus mercancías no era retribuida de forma justa, salió en defensa de su propiedad usurpada y le persiguió. Durante la persecución a gran velocidad, el ladronzuelo movió la mesa donde estaba la mochila con toda la mercancía. Acto seguido, el material se desparramó por el suelo; el problema es que justo en ese instante se abalanzaba una sombra maligna.

Los dos rufianes intentaron camuflar la escena, pero ya era tarde. El inspector de turno había arribado con la clara intención de eliminar alumnos traviesos. Al percatarse de la existencia de las revistas llamativas, procedió a requisarlas. En ese momento mi comerciante compañero salió a excusarse: “No, esas revistas no son mías, son de un amigo que me las pasó”. Mientras el curso entero observaba la escena, esperando que se lo llevaran, el inspector dio la última palabra: “Bien, ante lo que ocurrió acá lo voy a dejar pasar, pero las revistas las confisco”.

Así, el inspector salió con una sonrisa de oreja a oreja con el lote de revistas bajo el brazo, mientras nosotros, rápidamente, nos reímos del comerciante que le habían incautado su mercancía. Después de las risas, nos pusimos a filosofar sobre qué estaría haciendo el inspector en su oficina. Quizás fue a botar stress, ¿Quién sabe?, pero eso no quita que sea un careraja.

4 Comments:

Natss said...

AAAjajaajajajaaa

q asco

a mi profe de computación,
ELOY no sé cuanto,
lo cacharon "descargando su estress"
en los baños del colegio

hay muchos
carerajas q nos educan
xD

Anónimo said...

jajajajaja!
salió bien vivo tu ex inspector, ah!? no se le ocurrió una mejor sanción xD
superbueno tu careraja :)

César Antonio said...

Los inspectores son de lo peor, en mi colegio pasó la misma! Al wn le decían "poroto", que quedó con todo el materias y nunca más lo volvimos a ver jajajaja

Saludos Coquito izquierdo...

Mónica R. Oyanadel said...

JAJAJAJAJA...
ES QUE USTEDES LO TENIAN DEMACIADO ESTRESADO