Por Estefani Carrasco
Eran las 12 de la noche, los guardias ya habían pasado, sigilosos, imponentes, revisando celda por celda que todo estuviera en orden. Lo único que quedaba era dormir para asimilar otro día más de presidio, otro más de encierro entre cuatro paredes, de desesperación por convivir con la misma gente de hace tres años y no estar con sus seres queridos ni siquiera dos veces a la semana, de locura por no estar ni un solo día en libertad. Lo peor de todo es que quedaban muchas más jornadas así. Resignación, era lo que deberían sentir las 600 almas condenabas a muerte de la cárcel de Quillota, pero dos de ellas pensaban cambiar este panorama.
Esa noche después del último turno, el Checho y el Chato sacaban las herramientas de su escondite. En una de las patas de cada cama había un hueco que utilizaban para esconder un fierro que cumplía la función de chuzo, y con un jarro de metal, que a vista de los gendarmes era usado para el aseo personal de los reos, extraían la tierra que ocultaban dentro de sus colchones. Como se puede deducir, estos dos personajes excavaban un túnel para escapar de la prisión y alcanzar su libertad. El proceso era lento pero seguro, después de pasar la mitad de la noche a tres metros bajo el suelo del patio de la cárcel, entre piedras y polvo, se disponían a dormir tres horas. Luego, durante el día, repartían la evidencia entre el resto de los presos que sabia del plan, la dispersaban entre la harina con la que se cocinaba, entre los bolsillos, dentro de los zapatos, toda táctica para no levantar sospechas era valida.
Las terribles condiciones que debían soportar y la negación de visitas llevaron a estos dos hombres a la planificación del escape perfecto. La suciedad reinaba en baños, celdas y comedor, las ratas se paseaban como dueñas del lugar, la fetidez a caca intoxicaba a presos y gendarmes, los patios estaban llenos de escombros y asientos rotos, las celdas apenas tenían espacio para caminar, las espaldas de los presos estaban repletas de heridas producidas por los resortes que asomaban de los colchones de los camarotes, era una vida de dolor desesperanza y hacinamiento. Es verdad que todos los hombres que habitaban este penal habían cometido los peores crímenes de la V región: violaciones, parricidios, femicidios, pero aún así no habían perdido su condición de seres humanos y el derecho de un trato digno, no privilegiado, pero sí digno.
Fue así en una conversación acerca de las pésimas circunstancias que estaban pasando, que estos dos compañeros de habitación planearon su fuga. Con el dinero reunido por el “peaje” que cobrarían a los demás presos por el paso del túnel a la libertad, checho y chato empezarían una nueva vida muy lejos de aquí. La excavación, estaba ubicada en el patio. Lugar donde debían pelear obligatoriamente entre ellos para que altos funcionarios disfrutaran de un sangriento espectáculo y apostaran miles de pesos por el que quedara menos golpeado. Lo peor era que si alguien se oponía a esto lo encerraban por una semana sin comida en una celda de dos metros cuadrados. Otra razón más para escapar. El túnel estaba muy avanzado, ya no quedaba nada para terminarlo, fueron seis meses de arduo trabajo…
Pero sus sueños de libertad se vieron truncados por personal de inteligencia de gendarmería. La madrugada del 26 de abril, justo cuando cumplían tres años de presidio en esa asquerosa ratonera, sus carceleros descubrieron el túnel de seis metros de longitud que habían cavado. Sonó la alarma y despertaron a todos los reclusos, cada uno recibió dos golpes en cada brazo “para que entiendan que acá se quedan hasta que cumplan su condena”. Nadie delato a nadie, pero todos sabían que si no hablaban cada día aumentarían los malos tratos hasta que se supiera la verdad.
- Hay que quedarse piola, compadre, si no estos ctm, nos matan
- No te preocupi` checho, no sacaran na de mi, si no fuera por esos ratis, la próxima semana hubiéramos salido de la cana,
- Ya cagamos po` chato… ¡por la cresta si no faltaba na`!
- Lo primero que hubiera hecho si hubiéramos virao de aquí, ¡abrazar a mi mamá y comerme una de sus cazuelas!
- Ah! pero de que sirve pensar esa wea, si ya cagamos
-Pero checho, casi lo logramos…
LEAD:
Funcionarios de Gendarmería descubrieron anoche un túnel de seis metros de longitud al interior del penal de Quillota, en el sector donde residen los reos de mayor peligrosidad.
Eran las 12 de la noche, los guardias ya habían pasado, sigilosos, imponentes, revisando celda por celda que todo estuviera en orden. Lo único que quedaba era dormir para asimilar otro día más de presidio, otro más de encierro entre cuatro paredes, de desesperación por convivir con la misma gente de hace tres años y no estar con sus seres queridos ni siquiera dos veces a la semana, de locura por no estar ni un solo día en libertad. Lo peor de todo es que quedaban muchas más jornadas así. Resignación, era lo que deberían sentir las 600 almas condenabas a muerte de la cárcel de Quillota, pero dos de ellas pensaban cambiar este panorama.
Esa noche después del último turno, el Checho y el Chato sacaban las herramientas de su escondite. En una de las patas de cada cama había un hueco que utilizaban para esconder un fierro que cumplía la función de chuzo, y con un jarro de metal, que a vista de los gendarmes era usado para el aseo personal de los reos, extraían la tierra que ocultaban dentro de sus colchones. Como se puede deducir, estos dos personajes excavaban un túnel para escapar de la prisión y alcanzar su libertad. El proceso era lento pero seguro, después de pasar la mitad de la noche a tres metros bajo el suelo del patio de la cárcel, entre piedras y polvo, se disponían a dormir tres horas. Luego, durante el día, repartían la evidencia entre el resto de los presos que sabia del plan, la dispersaban entre la harina con la que se cocinaba, entre los bolsillos, dentro de los zapatos, toda táctica para no levantar sospechas era valida.
Las terribles condiciones que debían soportar y la negación de visitas llevaron a estos dos hombres a la planificación del escape perfecto. La suciedad reinaba en baños, celdas y comedor, las ratas se paseaban como dueñas del lugar, la fetidez a caca intoxicaba a presos y gendarmes, los patios estaban llenos de escombros y asientos rotos, las celdas apenas tenían espacio para caminar, las espaldas de los presos estaban repletas de heridas producidas por los resortes que asomaban de los colchones de los camarotes, era una vida de dolor desesperanza y hacinamiento. Es verdad que todos los hombres que habitaban este penal habían cometido los peores crímenes de la V región: violaciones, parricidios, femicidios, pero aún así no habían perdido su condición de seres humanos y el derecho de un trato digno, no privilegiado, pero sí digno.
Fue así en una conversación acerca de las pésimas circunstancias que estaban pasando, que estos dos compañeros de habitación planearon su fuga. Con el dinero reunido por el “peaje” que cobrarían a los demás presos por el paso del túnel a la libertad, checho y chato empezarían una nueva vida muy lejos de aquí. La excavación, estaba ubicada en el patio. Lugar donde debían pelear obligatoriamente entre ellos para que altos funcionarios disfrutaran de un sangriento espectáculo y apostaran miles de pesos por el que quedara menos golpeado. Lo peor era que si alguien se oponía a esto lo encerraban por una semana sin comida en una celda de dos metros cuadrados. Otra razón más para escapar. El túnel estaba muy avanzado, ya no quedaba nada para terminarlo, fueron seis meses de arduo trabajo…
Pero sus sueños de libertad se vieron truncados por personal de inteligencia de gendarmería. La madrugada del 26 de abril, justo cuando cumplían tres años de presidio en esa asquerosa ratonera, sus carceleros descubrieron el túnel de seis metros de longitud que habían cavado. Sonó la alarma y despertaron a todos los reclusos, cada uno recibió dos golpes en cada brazo “para que entiendan que acá se quedan hasta que cumplan su condena”. Nadie delato a nadie, pero todos sabían que si no hablaban cada día aumentarían los malos tratos hasta que se supiera la verdad.
- Hay que quedarse piola, compadre, si no estos ctm, nos matan
- No te preocupi` checho, no sacaran na de mi, si no fuera por esos ratis, la próxima semana hubiéramos salido de la cana,
- Ya cagamos po` chato… ¡por la cresta si no faltaba na`!
- Lo primero que hubiera hecho si hubiéramos virao de aquí, ¡abrazar a mi mamá y comerme una de sus cazuelas!
- Ah! pero de que sirve pensar esa wea, si ya cagamos
-Pero checho, casi lo logramos…
LEAD:
Funcionarios de Gendarmería descubrieron anoche un túnel de seis metros de longitud al interior del penal de Quillota, en el sector donde residen los reos de mayor peligrosidad.
1 Comment:
Buen ritmo, que mezcla los hilos "objetivos" de la historia con la subjetividad de sus protagonistas. Me encantó el final.
Post a Comment