martes, 11 de noviembre de 2008

PERDON, PERO... ¿POR QUÉ?

Por Natalia Rodríguez Cartes

Claro, como si uno fuera tonta y no pensara por sí misma.

Pidiéndome perdón el perla. Figuraba como un borracho ante cualquiera. Él no sabía, claro, primera cosa: que yo también estaba borracha. Segunda cosa: que con una amiga nos comíamos la olla de caracoquesos, muertas de la risa.

¡¡Perdón, me decía perdón!!

Como si me lo pidiera de verdad…

¿Cuántas veces habrá pedido disculpas en su vida?

Las mismas que yo, seguramente. Una, cuando le perdí el collar de matrimonio a mi mamá jugando al ladrón y le dije que la Nana se lo había robado. La otra, cuando desapareció el único cuadro pintando por el tatarabuelo Tana, ése al que le cayó témpera justo antes de ponernos a jugar al artista vanguardista con mi primo chico.

Si ellos creen que les creemos su “perdón”, es porque creen que nuestro “te perdono, gordito” es tan cierto como su arrepentimiento.

Hay que ser bien cara de raja para pedir disculpas por algo, si no entienden ni por qué la cagaron.

1 Comment:

Entero CareRaja said...

"Perdon, perdon, no era mi intención (8)" xD
Que bueno que ya no le creas nunca más!!

Excelente, Naty, como siempre.

Ori