Por María José Gaona
A él nunca le importó mucho el que dirán. Trabaja más que la cresta y, por lo tanto, le encanta darse sus gustitos. Comida y carrete, la mejor mezcla para esos días. Así fue como el Doc. partió a festejar a la playa. En un camping hicieron el asadito. Carne había por montones, las ensaladas y OBVIO, el copete. Primero siempre es la chelita. Un buen vino con la carne durante la comida JAMAS falta.
Tipín 4 de la tarde ya se comió el postre, y ahora vienen los bajativos: su maní loco o las buenas aceitunas (de las negras). Es en esos momentos que al Doc. le bajan las insaciables ganas de abrir su memorable wiskacho. Gran error, después de ese primer vaso el mambo tiene dos opciones. La primera es el tuto seguro. En este caso la opción fue la número dos: carrete all night long.
Como era de esperarse, el Doc. estaba pasadito de copas y, aparte, la indigestión por toda esa comida empezó a pasarle la cuenta. El hombre no halló nada mejor que ir hacia la playa. Caminó casi hasta la orilla y se encontró con una enorme roca. Su potito daba hacia el otro lado de la roca, como si no se fueran a dar cuenta sus compañeros de farra cual era su intención. PSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS; ¡un peo increíble!¡De esos largos y estrepitosamente ruidosos! Ahora si que se sentía satisfecho, pero jamás se imaginó lo que iba a ocurrir. Al otro lado de la roca estaba una familia entera… comiendo. “¡Viejo asqueroso!” le gritaban, y al Doc. no le quedó más que salir corriendo, cagado de la risa y con una plancha terrible.
Lo peor de todo, no es primera vez que le pasa.